viernes, 6 de agosto de 2010

El mundo mágico de los dioses del Anáhuac - El primer arrullo

Oxomo, la dulce Oxomo, creada por los dioses Omeyocan, hilaba, y al hilar cantaba:

“¿De dónde vendría mi hijo, de dónde?
¿Le preguntaré acaso al verde colibrí reluciente?
¿Al esmeraldino pájaro mosca?
¿Le preguntaré acaso a la áurea mariposa?”

Y los astros distantes, y el agua y el viento también cantaban.

¡Todo era armonía en la tierra, era como una caricia en reposo!

Cipactli retornaba del campo, y al escuchar la inusitada melodía, detuvo su paso.

¿Quién cantaba?

Jamás en la tierra se había escuchado algo así, y al separar las hojas de los enormes helechos, descubrió a Oxomo, bajo la sombra del gigantesco árbol, sin hilar, soñadora.

“¡Allí las flores, una a una,
llegan a su total perfección,
y las pondré en el huevo de mi manto
para agasajar con ellas a mi hijo,
para festejar con ellas a mi príncipe!”

Cipactli se acercó a ella.

- ¿Cómo has hecho para que brotara de tu garganta esta expresión tan extraña, pero tan hermosa? ¿Quién te la enseñó?
- ¡Fueron los pájaros que trinan para los polluelos de su nido! ¡Fue el viento que sabe muchas canciones de cuna, y el agua que siempre tiene arrullos! ¡Fueron los carrizales que hicieron silbar sus flautas para que yo aprendiera sus dulces cadencias, y todo para que mi hijo duerma con sueño dulce y tranquilo!
Cipactli se acercó al recién nacido, callado y sorprendido contempló la flor de su vida.

Quetzalcoatl, el dios de la Vida y la Inteligencia, desgranó su voz desde lo alto de los cielos:

- “Oxomo, Cipactli, mis padres os han hecho inmortales. Vosotros, el día y la noche, han sido los escogidos para que por primera vez florezca el amor, que como vosotros, será inmortal. Porque mientras exista el mundo, el fruto del amor entre el hombre y la mujer, será el hijo. Y el hijo entre los pobladores de la tierra es la esencia de dos gotas de rocío que resbalan por el mismo pétalo hasta unirse en una sola, es como agua de dos hilillos cristalinos cayendo en la misma oquedad, es la flor hecha fruto, es el brote hecho flor.
“El hijo, Oxomo, Cipactli, es don de dioses, que encierra en sí los más elevados valores.

Y cuando la voz calló, cuando Cipactli y Oxomo se inclinaron amorosos sobre el recién nacido, el padre, con voz reposada le dijo a la esposa:

- Nuestro hijo ha nacido: ¿pero, cómo será nuestro hijo cuando crezca?

Y Oxomo, segura, le contestó:

- ¡Será fuerte como la montaña!
¡Será germen y madurez!

¡Será flor y será fruto!

¡Será viento y será mar!

¡Será águila y será tigre!

¡Será torrente y tempestad!

¡Será sueño y oración!

Y los dioses del Omeyocan, escuchándola, tuvieron regocijo por ello.

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