domingo, 2 de mayo de 2010

El mundo mágico de los dioses del Anáhuac - Tonacatecuhtli el señor de nuestra carne y sustento

La luz atravesaba las espesas nubes que rodeaban la tierra y caía sobre las aguas de los mares, que empezaban a extender sus azuladas ondas dentro del nuevo astro.

Allí, pegada a la tierra, estaba el agua en extensión inmensa, era agua deslumbrante, salada, que cobraba fuerza y que parecía tener vida.

Ometecuhtli, el señor dos, y Omecihuatl, la señora dos, habían creado el Hueyauacaotlán – océano – el agua grande, temerosa y fiera, el mundo de agua salada y mala para beber.

¡Pero qué hermosa era la líquida extensión! A veces era suave, soñadora, acariciante; en cambio otras, era rugiente, colérica, asesina.

Después, los dioses creadores se extasiaron ante la contemplación de la primitiva y vigorosa vegetación.

De aquella tierra recién creada brotaba el verdor como rica esmeralda en un lecho de turquesa.

Y si abajo todo era un himno de alegría y vida, arriba, en el manto azul del firmamento, había una orgía de luz.

Y las aguas de los mares se llenaron de rumores, y los campos y bosques de la tierra vibraron de ansiedad.

Los animales, nuevos seres habitantes de ese nuevo astro, andaban por doquier.

¡Aquello era la vida!

Y Ometecuhtli, satisfecho de su obra, dejó escuchar su palabra:
- Yo soy Ometecuhtli, el señor de las cosas, soy el señor de todo lo que hay en el tlahticpan – sobre la tierra.

“Siendo Ometéotl, soy también Yohualli ehécatl, el invisible, que es como el aire, el Tloque Nahuaque, el señor del cerca y del junto, aquel que tiene todo en sí y que está cerca de las cosaas, conservándolas y sustentándolas.

“Soy el Ipalnemóhuan in Ilhuicahua in tlatipac – Nuestro señor, dueño del cielo, la tierra y de la región de la Muerte –. También soy el Moyocoyani el que a sí mismo se inventa, el teyocoyami – el inventor de los hombes.

“Muchos nombres, muchas asignaciones hay en torno de mi persona, mas hoy, como principio de la Creación, me llamaré Tonacatecuhtli, la primera criatura de sí mismo, el señor que da alimento sobre las sementeras y sobre todos los seres de la tierra.

“Omecihuatl, señora dos, comparte mi muy querida sustancia de mi sustancia, forma femenina de la dualidad, personificación del principio femenino, la faz pasiva de la realidad, complemento mío; puesto que yo soy principio que ampara la reproducción de la vida humana, personificación del principio masculino, hoy vamos a adoptar otro nombre y otra región será nuestra mansión.

“Como ya están creados los cielos, la tierra y el camino de los muertos, como ya han sido creados seres que habitan en la tierra y el agua, seres que necesitan efectos benéficos y vivificadores para subsistir; desde ahora nos llamarán el Señor Tonacatecuhtli y la señora Tocacihuatl, el señor y la señora de nuestra carne, el que nos alimenta.

“Los dos seremos los alimentadores de la humanidad, nosotros produciremos las frutas y las cosechas.

“Y por tal merced, desde ahora, también habitaremos el Tonacacacuahtlán, lugar de vergeles onde habrá toda clase de árboles y frutos, allí se albergarán todas las producciones de la Tierra.

“Nuestra nueva mansión estará entre los árboles de la vida, del madero que da sustento a la vida, cosa de nuestra carne, palo de la fertilidad y la abundancia.

“Esa será nuestra nueva morada.

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